La tibia es una de las zonas que más cantidad de exigencia sufre, ya sea por causa de cada impacto como por las funciones en las que participa. Es, por tanto, una parte de nuestro cuerpo que acumula stress de manera constante cuando practicamos cualquier actividad deportiva. Una de las partes de la tibia que más sufre, junto con el periostio y el tibial anterior, es el tibial posterior. Muchas veces resumimos todas las molestias de la tibia y diagnosticamos erróneamente todas sus inflamaciones como si de una periostitis se tratara. Aunque pueden aparecer asociadas, la solución para eliminar la inflamación de cada una es bastante diferente.
¿Qué es el tibial posterior?
Una de las claves para saber identificar el tratamiento correcto es conocer la localización de cada una de las partes que componen la estructura de la pantorrilla. En el caso del tibial posterior hay que saber que su origen se encuentra en la cara posterior de la tibia y el peroné, recorre toda esa cara interna y tras rodear el maléolo interno del tobillo se inserta en la planta del pie de manera ramificada en la zona del escafoides, en el cuneiforme central y en la base de los huesos metatarsianos. Para saber el grado de inflamación basta con hacer palpaciones profundas con varios dedos a lo largo de nuestra cara interna. La intensidad del dolor marcará lo que hemos forzado dicha zona.
¿A qué ayuda el tibial posterior?
Este músculo tiene varias misiones principales: dar soporte al arco del pie, participar en la flexión y la adducción del pie y amortiguar y propulsar cada paso. Si forzamos al tibial posterior en cualquiera de sus funciones las probabilidades de dañar la zona aumentarán de manera exponencial. En lo que a la carrera se refiere la adducción del pie (llevar el pie hacia el exterior sobre el borde externo del pie o supinar) y amortiguar el impacto son las funciones que más riesgo ponen sobre el tibial posterior.
¿Qué soluciones tengo a mi alcance?
La alineación de la pisada es condición indispensable para reducir la inflamación del tibial posterior ya que un exceso de pronación hará que el tibial posterior tenga que trabajar de una manera constante que evitará su recuperación. Por lo tanto, un calzado estable y amortiguado junto con una plantilla a medida que evite el exceso de pronación reducirá de manera considerable el riesgo de inflamación de la zona al proteger y recolocar nuestra pisada. Otra solución es el fortalecimiento muscular mediante ejercicios de propiocepción. Corredores con pies valgos o tibias varas deben hacer especial hincapié en el fortalecimiento para repartir de una mejor manera el exceso de trabajo que dichas estructuras suponen. El estiramiento suave, la aplicación de frío en la zona inflamada y los vendajes funcionales también acelerarán el proceso de recuperación.
¿Por qué a mí?
Recuerda que conocer tu tipo de pisada evitará riesgos innecesarios en este tipo de lesiones. Aumenta las distancias y los ritmos de manera progresiva para que tu cuerpo se adapte. Estira siempre después de cada entrenamiento y no descuides el calentamiento inicial. Revisa la amortiguación de tu calzado, aunque no veas la suela desgastada ha podido perder sus propiedades.